La fiesta de las letras






Todos sabemos que escribir no es fácil y todos sabemos que muchas veces las fiestas pueden descontrolarse… ¿Y si estas dos ideas fueran de la mano?

Es curioso, y no sé si le ocurrirá a otra gente que escribe, pero yo sin una palabra inicial no puedo redactar nada; quizá eso sea la llamada “falta de inspiración”, o tan solo sea que no tenemos la invitación para asistir a la fiesta… Pero ¿de qué fiesta hablas? Vamos por partes. 

Una redacción es el momento ideal para que todas las letras se junten y hagan de un pensamiento algo real, de darle forma y sentimientos; de crear un espacio aparte en esa hoja de papel -reciclada o no- donde el lector se teletransporte de esta realidad, para vivir increíbles y exóticos viajes, para conocer nuevos lugares, para desaparecer un rato de la cotidianidad de la vida, básicamente.

Fijémonos bien en algunas palabras: puerta y puerto; inicio e indicio; pavor y favor; empatar y empapar; mesa y meta; libre y libro; risa y prisa; celebro y cerebro; puesta y cuesta; cartera y partera; patada y patata; veces y voces; cama y cima; atisbar y avistar; saltar y altar; alba y alta; pañal y panal; suerte y fuerte; cantar y contar; rogar y rodar; volar y polar; reír y roer; tapiz y nariz; ordenar y ordeñar; presentar y presenciar; pase y base; y podemos continuar pasando página por página del diccionario de la RAE. Observemos cómo una letra cambia completamente el significado de la palabra, a veces invierte el orden, a veces se añade una nueva, otras se elimina; pero siempre podemos crear vocablos previamente inéditos que harán tomar forma a nuestro escrito y, por ende, a nuestro mundo. O tal vez a la inversa. 

Las letras se agrupan a su gusto, sin que verdaderamente puedan controlarse, aunque creamos lo contrario. Porque todo lo que vayamos a escribir está predeterminado. Mi primera palabra en un escrito es mi entrada con pase VIP a la fiesta de las letras, donde yo soy una mera espectadora ante tal maravilla: la manera en que unas letras se enlazan a otras sin más pretexto que el de pasar un buen rato formando nuevas palabras que compondrán largas y cuidadas oraciones, la armonía del párrafo y la magia del texto en su conjunto. Sin que nos demos cuenta, los dedos comienzan a deslizarse por el teclado según las órdenes que manda nuestro cerebro, leyendo la información allí codificada 
-almacenada- de tal forma que solo aparecerá visible e inteligible a nuestro lector cefálico cuando obtengamos esa clave –invitación- que habrá que mostrar al supervisor -diccionario- para que nos permita entrar. Y allí dentro, bien que se divierten las letras, hasta haber acabado, perfecta y pulcramente, la redacción.

Por otro lado, no podemos hablar de un único tipo de fiesta, ni de letras, como no podemos hablar de un solo tipo de persona. Hay letras que son muy refinadas y elegantes y prefieren trazos finos y medidos, que marquen un ritmo y sonoridad que al finalizar creen una artística rima asonante o consonante -las hay de ambos gustos-; son aquellas que se unen sin importar mucho qué sea lo correcto, pues predomina la belleza y la melodía. Dentro de este grupo encontramos otro que en un principio fue más reducido pero que ahora comienza a ampliarse: se corresponde con esas letras que se han decantado por melodía con distinto ritmo, que ofrezca mensajes más claros y que las personas no los olviden tan fácilmente; son las que se divierten incrustándose en lo más hondo del cerebro, esas que tarareas inconscientemente… Se hacen llamar “rebeldes”.

Están también esas que se conforman con aparecer en un texto de prosa… Pero cuidado: están muy bien definidas, y no osan mezclarse. Las letras más expresivas y emotivas siempre las veremos en novelas románticas y cuentos de hadas, unidas de la mano a las más infantiles, para las cuales todo es un divertido e inacabable juego. Luego encontraremos esas que se han pasado la vida perfeccionando su estilo para dar forma a difíciles vocablos que solo unos pocos expertos logran entender; tienen familia en Grecia y en Roma, y les gusta recordar sus raíces al crear las palabras. En libros de crímenes y misterio estarán las más desconfiadas y peligrosas, mientras que en los de aventuras quizá haya de esas temerarias….

Por supuesto no olvidemos, además, todas sus hermanas de los otros países que también tienen sus propias fiestas. Sin embargo, y para tristeza de todos, están condenadas a no verse más que en los cuadernos de estudiantes, donde sus creaciones parecen reflejarse en un espejo que las distorsiona, y por eso las pobres pocas veces pueden reconocerse… Ellas sufren en silencio por nuestra culpa, por nuestra falta de atención y comprensión, de no entender que son las hermanas de raíz, desde miles de años atrás, y nosotros las separamos por esa “flechita” o “igual “tan descomunal y cruel que nos ayuda a recordar su “traducción”… Quizá si nos esforzáremos en entender, podríamos llegar a la conclusión que los idiomas no son diferentes, no hay alrededor de siete mil lenguas distintas, sino tan solo que, como siempre, los hermanos suelen diferir en gustos, mas no por ello se mantienen separados sin quererse ver. Así que, de momento y hasta que ello suceda, las letras deberán ver a sus hermanas en la fiesta de la libreta de Francés, Inglés, o cualquier otro idioma en proceso de aprendizaje.

Aprovechando, antes de cerrar este apartado, por favor, muchas letras ya han pasado por el dolor y el pesar de perder a sus hermanas, no permitamos que otras lo hagan…

Continuando a un último inciso, nos hemos olvidado de unas curiosas letras, bastante atrevidas e insumisas que rigen muchas normas, irónicamente: los números. Muchos dirían que me equivoco al incluir las matemáticas en esta redacción, pero os aseguro que he aprendido que, al igual que en una novela las letras dirigen el curso de la historia, en una ecuación los números se van uniendo y separando, cambiando y recambiando para llegar al resultado. Un matemático o cualquier otro los empleará para expresar datos y conclusiones de intrincados procesos que previamente ha observado; así de importantes son. Recordemos también que muchos de estos números están más ligados a las letras de lo que pensamos, ya que se sustituyen a menudo por las hermanas griegas o latinas. Por tanto, no están tan alejados y deben introducirse en esta fiesta que estoy presenciando. Pese a todo, lamento decir que, personalmente, aún me cuesta llegar al grado de comprensión que muchos otros ya tienen de los números, pero prometo esforzarme y lograrlo.

Si me olvido de algún otro tipo de letra, no sed perezosos y por favor, incluirlo, aunque fuere de manera mental, sin escribir físicamente: tan solo que ellas sepan que las recordamos.

La finalidad de este texto no es otra que la de hacer una espontánea, rápida y superficial reflexión sobre la escritura, porque me he dado cuenta de que, verdaderamente, los mejores cuentos son aquellos narrados a través del alma, que crecen en el corazón y se hacen llegar a los oyentes con el amor con que se confeccionaron, sin mediciones de capítulos, sin esquemas previos ni resúmenes; son los que triunfan al cien por cien. Comencé esta redacción porque un compañero me dijo una palabra que me recordó a otra que escribí para mi clase de Lengua y Literatura Castellanas; de ahí, tan solo me dejé llevar y entré a la discoteca -y mira que no soy de ir a ese sitio- con mis amigas para ver qué tenían preparado. Puedo jurar que ha sido divertido y gratificante escribir este texto.

Así que, para finalizar tan solo quiero decir algo: esta pequeña reunión jamás habría sido posible sin esa invitación, así que muchas gracias por permitirme entrar y ayudaros a mostrar a más gente vuestro sentimiento respecto de las fiestas que celebráis; espero que se haya cumplido el propósito.

Hasta la próxima fiesta.

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