Caixa Forum Madrid: un espacio interactivo de ciencia
¿De dónde proceden los museos a los que vamos hoy en día?
Primer paso: Gabinetes de curiosidades
Durante los siglos XV-XVII, los nobles crearon en sus casas grandes galerías que acabarían recibiendo el nombre de Gabinetes de curiosidades. En estos lugares, los nobles tenían todo tipo de artilugios, documentos, objetos, animales y plantas. Eran una especie de "trofeos" que los nobles recogían en sus viajes. Antes, como podemos deducir, no había reparos en "robar" de otras culturas. Eso incluía cadáveres humanos y, más adelante, zoos que exponían orgullosos otras personas de otras etnias y continentes.
El caso es que estos gabinetes de curiosidades eran como nuestros museos actuales. De hecho son los antecesores de los mismos. Mostraban toda clase de maravillas y los nobles se jactaban de poseerlas y ser "cultos", hombres (porque hablamos de épocas en que la mujer no formaba parte de esa vida social) de saber, de mundo. Haber viajado por todos lados y haber coleccionado semejantes curiosidades. Durante siglos, estos gabinetes pasaron de padres a hijos, en una herencia que iba incrementando en cantidad con cada generación. Llegaba un punto en que estaba todo desordenado, y era un caos. Algunas de estas colecciones son las que ahora vemos en museos. ¿Os imagináis los restos arqueológicos de las vitrinas en casas de personas ricas acumulando polvo?
Segundo paso: se crean los primeros museos
Durante el siglo XVIII los nobles siguieron rellenando sus aburridas vidas con todo tipo de curiosidades. Además, era costumbre social asistir a espectáculos de ciencia, que para ellos era magia, estar informados de las últimas novedades y experimentos. La ciencia estaba en las altas esferas. De hecho fue a final de este siglo cuando surge la palabra científico. Con la llegada del siglo XIX, se revisó la clasificación de las ciencias y las artes de Aristóteles, y se creó la que permanece actualmente: las ciencias quedan definidas como teorías que buscan la verdad a través de experimentos que recrean sucesos para probar o desmentir hipótesis. Se construyen edificios enormes, con gran cantidad de similitudes arquitectónicas a los edificios gubernamentales, pero con uso diferente: museos, escuelas, universidades. Todos ellos en el centro de la ciudad, bien vistosos, majestuosos, con apariencia de que albergan cosas cultas, a las que solo un puñado de privilegiadOS puede acceder. Solían estar cerca, además, de algún parque, jardín... Puesto que la botánica empezó a desarrollarse como una ciencia.
Los museos de ciencia fueron uno de los nuevos espacios que ocuparon con orgullo un hueco en las urbes. Sus colecciones procedían de donaciones o préstamos de las casas de los nobles, quienes habían acumulado durante siglos toda clase de objetos en sus gabinetes. Las exposiciones universales ayudaron a expandir su fama: la presentación exhibición de los últimos avances en ingeniería, tecnología y ciencia en general fascinaban al público, desde los más privilegios al pueblo llano. La primera parte de la historia de estos museos fue, de hecho, enseñar a las clases bajas a "comportarse". Los museos estaban llenos de estrictas directrices que, en principio, caracterizaban a las personas "civilizadas": no hablar alto, pasear por determinados lugares, seguir un recorrido, no tocar. Tan solo ver y reflexionar sobre lo increíble que es el ser humano creando cosas de esas científicas y tecnológicas. No obstante, a principios del siglos XX, se desarrolló una nueva tendencia: aprender jugando, o, más bien, apretando un botón. Los museos de ciencia pasaron a ser grandes salas de objetos apilados sin ningún orden ni concierto, en el que se instaba a las familias a pulsar botones para aprender (Fig.1). Algo más experimental, más práctico, donde se viera también la implicación de la ciencia en las necesidades del día a día: qué se usa en la agricultura, cómo se consigue tener agua en las casas...
Tercer paso: la ciencia desde una nueva perspectiva
En la última parte de la historia de los museos de ciencia, llegamos a la actualidad, donde, de alguna manera, mezclamos las dos partes anteriores: el buen comportamiento y presionar botones. Los edificios de estos museos bien continúan siendo magníficos y ostentosos, sin embargo, algunos museos han optado por nuevos espacios, restructurados y codificados con otras características: ya no son largos pasillos con indicaciones, sino salas amplias con todo tipo de máquinas y experimentos, aunque no deja de existir cierto orden: explicaciones, división de la visita según cada rama de las ciencias... Un ejemplo de ello es el Museo Elder de Ciencia y Tecnología de Las Palmas de Gran Canaria.
Otro ejemplo es CaixaForum Madrid, un proyecto similar el Cosmo Caixa de Barcelona, cuya finalidad es hacer llegar la cultura a todos los públicos. Con precios más "asequibles", actividades para grandes y pequeños y un equipo de educadoras, Caixa Forum no es solo un museo, es un lugar donde aprender. Sigue el ejemplo de sus antecesores: situado en el centro de la ciudad, próxima al Real Jardín Botánico, Museo del Prado y otro, el edificio es una antigua fábrica de estilo industrial restaurada y recodificada para convertirse en un espacio amplio, polivalente y acogedor. Llama la atención su gran jardín vertical (guiño, tal vez, a esos jardines contiguos a los antiguos museos), y su imponente estructura de acero corten coronando los restos de la antigua fábrica.
En el interior, el espacio se divide en distintas zonas: salas polivalentes, aulas, salas de exposición y espacios para estar y conversar. Las exhibiciones son temporales y varían mucho en temáticas. Actualmente, CaixaForum Madrid ofrece dos: Arte y Naturaleza, comisariada con el Centro Pompidou; y La Ciencia detrás de Pixar, junto con The Science Museum of Boston. Es esta última la que más se asemeja a una exposición típica de un museo de ciencias actual: una sala estructurada entorno a una plaza central siguiendo cierto orden y concierto, y llena de interactivos con botones.
La exposición tiene el objetivo de invitar a sus visitantes a conocer, a través de juegos, el trabajo tecnológico e informático que hay detrás de una película de Pixar. Desde el inicial storyboard hasta el renderizado final, La Ciencia detrás de Pixar nos muestra las diferentes etapas de la animación 3D. Si bien al inicio puede parecer una exposición para los niños, la realidad es bien distinta: profesionales de cada departamento de Pixar nos explican en unos vídeos las matemáticas y la física que hay detrás del movimiento de un cabello, del andar de un personaje, o del agua misma. Hablamos de interpolación, reflexión y refracción, movimiento armónico y más.
La ciencia detrás de Pixar se muestra en un espacio expositivo interactivo a la vez que educativo, siguiendo el ejemplo de tantos museos de ciencias actuales. Aprender jugando parece ser el nuevo lema, ya que la ciencia se presenta como algo divertido, cercano; y, a la vez, en todo juego que se precie, hay unas normas que seguir.
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