Mi experiencia como profesora
¿Qué puede estar fallando tanto en el sistema educativo como para que cada dos por tres nos metan titulares sobre el fracaso escolar, la ansiedad en alumnado joven? ¿Tan mal están, de verdad, las cosas?
SÍ. Rotundamente sí. Pero no solo en las escuelas, colegios, institutos o universidades, sino en todos los niveles de la educación: desde la familias a los profesores, pasando por el Estado. Y no nos creamos que es este último de mayor culpa porque he visto hacer con destrozos cosas increíbles. ¿Qué pasa entonces?
Permitidme dar mi humilde opinión en este tema:
Estos dos últimos años he sido profesora particular de todo tipo de estudiantes: desde los más aplicados a los que no hacen caso, con casos de desgana absoluta. Y es difícil, agotador y a la vez satisfactorio el trabajo este. Muchas clases han sido puramente teóricas, pero ha sido muy raro el día en que no haya habido pinceladas de terapia psicológica: sentirse mal por no ser los mejores en una asignatura, un examen injusto, emociones encontradas... Y, de la misma manera, he tenido estudiantes que no se abrían, en los que he sentido la desgana y la desilusión absoluta y, a pesar de mis intentos, no he podido conectar con nadie, y han abandonado las clases. Eran personas que, según yo pienso, no se sentían parte del mundo académico, no encajaban ahí: no les gustaba ninguna asignatura, los familiares habían perdido toda esperanza -eso era lo peor-, y pocos casos contaban con apoyo psicológico.
El trabajo del profesorado, en todos los niveles de educación y todos los tipos de enseñanza, es más que vomitar teoría y mandar ejercicios a casa, es muchísimo más, y es por ello que uno de los grandes problemas es la falta de personas con verdadera vocación en el sistema -y no solo en el público ya que he podido comprobar que es algo bastante común encontrar a profesorado sin granas en el privado también. Esto siempre provoca odio a la asignatura, desgana de estudio, sensación de hartazgo, bajada de notas generalizada, reconsideración de opciones y, como bien muchas personas sabemos, abandono de una idea de carrera que tanta ilusión nos hacía. Es, por tanto, importante que el profesora tenga una buena formación profesional en su rama, pedagógica y, sobre todo, que tenga vocación real: esa vocación que se ve en la paciencia, en la adaptación a cada grupo, en no tener miedo a crear un lazo con la persona estudiante.
Luego, otro gran problema, es el apoyo familiar. Es verdaderamente importante esto, muchísimo. Puede, incluso, a mi parecer, ser el punto de inflexión entre seguir o no una opción, para contratacar al profesor malo. Es fundamental que se cultive una relación de apoyo incondicional, de enseñanza, de empatía y comprensión en la familia, para que las estudiantes sientan la confianza suficiente para comunicarse: para dar la nota de los exámenes, aunque sea mala; para que puedan pedir ayuda sin sentirse mal, fracasados; que la familia vea más sus puntos fuertes que los débiles.
Estos dos temas no son competencia del Estado, como podéis ver. Es por ello que la educación empieza, y termina, con las propias personas: primero en casa, en el entorno cercano; en la amistad, en los profesores, en los compañeros. La parte personal, humana, del sistema educativo es algo que sí podemos controlar, que podemos cambiar. Así que no sé a qué esperamos.
Es cortito pero creo que ha calado, ¿no?
TheWriter.
Creo que mejor no lo podías describir. Estoy totalmente de acuerdo. Bravo por tí, por que en tsn solo dos años has podido ver en primera línea, cómo fallamos a esos, todavía niños.
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