Nueva Última Oportunidad (III)
-En qué momento sucede todo esto.
He ahí el quid de la cuestión. Verdaderamente ni las ciencias ni las religiones
de este mundo son capaces de explicar con total detalle y con un cien por cien
de sinceridad y certeza qué sucedió en los orígenes del universo. Por tanto,
¿cómo pueden afirmar que sus explicaciones así se sucedieran, en un momento en
que ni siquiera sería correcto hablar de “momento”?
Toda la clase se queda en silencio.
Un silencio sepulcral pero tremendamente respetuoso y ansioso por saber más. La
mujer de los ojos azules nos mira desde esa pequeña plataforma. Parece tan
pequeña, tan lejana, y sin embargo su presencia es imponente.
-Claro que…- empieza a decir,
andando hacia un lado de la sala, como reflexionando hacia ella misma-. La
ciencia alega poder buscar ese origen a través de la experimentación, lo cual
daría una alta validez a su visión, ya que si se puede replicar es porque esa
hipótesis inicial es cierta, ¿verdad? Sin embargo, nunca podrá alcanzar las
condiciones reales del nacimiento de nuestro universo. Así pues, no llegaría,
verdaderamente, a demostrar nunca que tiene razón. La religión, por otro lado,
solo exige un acto de fe para dar crédito a su versión. Ninguna experiencia,
ninguna suposición. Todas esas “afirmaciones porque sí”. No se mete en debate
de “hasta qué punto hemos asumido bien esas simplificaciones”: es un todo o
nada. Pero ¿basta acaso la fe de tantas personas para que algo sea cierto?
Los alumnos se miran entre ellos,
totalmente perdidos.
-Sí. Esto es muy complejo. Pero es
que nadie os ha prometido que fuera fácil. Si habéis elegido Epistemología
avanza no esperaríais algo sencillo, ¿verdad? - se oye una risa ahogada
generalizada, mezcla de miedo y emoción-. Bien. No os preocupéis. Esto irá
evolucionando. Al principio todo os parecerá un poco raro y sin sentido. Pero
esa sensación irá desapareciendo con el paso del curso. Además, os doy un consejo,
no hay bien o mal, no hay correcto o incorrecto, no hay nada absoluto. Todo
puede debatirse, todo puede cuestionarse. Así que no tengáis miedo a decir lo
que opináis, a dar vuestra visión de la situación. Total, no sabemos la verdad
de nada. De eso trata el curso, de hecho.
La mujer de los ojos azules (como
ya he decidido llamarla) sonríe con picardía y da luz verde para que podamos
irnos… Y todos recogen sus cosas, algunos refunfuñando y maldiciéndose a sí
mismos por elegir esta clase. Permanezco en mi sitio, mirando cómo muchos se
acercan a la profesora, temerosos, supongo, por aprobar la materia. Esa mujer
es la que se llevó el libro. Y es la que sabe qué más pasa en la historia.
Y hoy voy a encararme.
Necesito respuestas.
Me acerco a la plataforma mientras
ella borra la pizarra. Noto el corazón latir con fuerza. Ahora, ya más próxima,
es más alta. No parece muy mayor, quizá ronde los treinta; pero hay algo en su
forma de moverse, de hablar y de mirar que la haría un ser eterno, como si tras
ella se encontraran siglos de vida. Cuando se gira me ve y sonríe.
-No estás en mi clase -afirma. No
hay molestia ni reproche, sino la mera indicación de un hecho objetivo.
Yo niego, un poco nerviosa.
-Pocas personas se meterían a una
clase de universidad de último curso de forma voluntaria. De manera que lo que
te ha traído aquí debe de ser algo importante, ¿no? -asiento. Ella sonríe aún
más y se mira su reloj-. Tienes suerte. Tengo un rato libre antes de la próxima
clase. ¿Vamos a mi despacho?
La sigo por un conjunto de
interminables pasillos. Todos están llenos de estudiantes, sentados en el
suelo, apoyados en las paredes, riendo, leyendo y anotando cosas… Así que esto
es la universidad…
-Hemos llegado -anuncia.
Me fijo en la placa de la puerta.
Dra. Mary Margaret Mullins. Filosofía
de la Ciencia, Metafísica y Estudio de la Mística.
Mary Margaret Lancaster pasa y me
señala que me siente en la silla que hay delante de su mesa. Su despacho no es
tan amplio como me lo esperaba, pero tiene bastante luz natural. Hay
estanterías con libros colocados según el orden alfabético; no ha posters ni
otras cosas colgadas en las paredes. Todo limpio y bien recogido. Sobre la mesa
no hay fotografías, solo un portalápices con un bolígrafo de cada color: rojo,
azul, verde y negro. Hay algunas libretas y unos papeles apilados en varias
columnas.
Repaso todo una y otra vez, curiosa
y asombrada de las cosas que hay por el despacho. La doctora Mullins deja la
bolsa a su lado y me mira. Sus ojos brillan. Me siento escrutada, como si
buscara conocer cualquier detalle de mí.
-Bueno ¿qué te trae aquí? Presiento
que debe de ser algo importante…
-Sí… Emmm. Estoy buscando un libro…bueno,
más bien unas páginas del libro… -saco el móvil y busco la foto del libro que
estaba leyendo en la biblioteca y se lo muestro-. Lo encontré en mi biblioteca
hace unas semanas. Era muy interesante, pero faltaban páginas. No pude
continuar con la historia así que investigué por la noche más sobre el tema,
para saber si podía tener más información… -me detengo porque ahora viene la
parte rara. La doctora no me ha mirado, sigue absorta en el libro. Tomo aire y
continúo-: Encontré un artículo suyo y… Sé que sonará raro pero la vi, ese día,
en la biblioteca, con el libro… -me mira. Me pongo más nerviosa-. Quería saber
si usted sabría algo de la historia…
Espero, pero la profesora no dice
nada. Entonces sigo hablando, apresurada, con cierto miedo:
-No sé cómo explicarlo pero desde
que vi este libro sentí una extraña conexión. No lo había visto antes, no sabía
de las Criaturas, ni de nada de esto. Pero desde entonces no he podido parar de
darle vueltas… Quiero saber más. Siento que necesito saberlo. Creo que usted
puede darme esas respuestas.
Suspiro. La doctora Mullins sonríe
y se levanta. Se dirige a la estantería y escoge uno de los libros. Vuelve a la
mesa y me lo enseña: 100 recetas fáciles con calabacín.
-Hay cosas muy valiosas como para
dejarlas a la vista de las personas -susurra.
Quita la sobrecubierta y surge la
verdadera apariencia del libro: viejo, de color marrón apago, con las páginas
desgastadas y el título: La enciclopedia de las Criaturas: creación de
nuestro universo.
-He estado esperándote, Serafina-
anuncia mirándome.
¿Cómo ha sabido mi nombre?
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